Blog

El desarrollo de la consciencia se da en un proceso cuyo recorrido cubre diferentes fases. Es un recorrido que va desde la condición urobórica original de la psique, donde el yo está contenido en el inconsciente formando una unidad indiferenciada, hasta constituirse como un sistema psíquico independiente y opuesto al inconsciente original. Al final de dicho proceso, y tras pasar por diferentes fases o estados de separación se produce un retorno a la unidad, pero en un nivel superior de realidad psíquica. Es un retorno a la unidad ideal. En este nivel dicha unidad originaria es testimoniada por la consciencia, a diferencia del nivel inicial donde regía el domino del inconsciente. El proceso guarda un cierto aroma de similitud respecto al concepto gnóstico del Pleroma (Unidad original), desde cuyo estado se separa el Eón Sophia, que trata de imitar el aspecto creativo del Padre. Dada su consciencia limitada a diferencia de la del Padre, su aventura, a la que los gnósticos se refieren con el título de “La Caída de Sophia”, es una de sufrimientos y vejaciones hasta que se produce su retorno al Pleroma.

En el proceso psíquico también se produce una salida del nivel urobórico original, tanto a nivel individual como en el colectivo, en el cual el yo va dejando de estar contenido en el inconsciente, hasta llegar a establecerse como un sistema psíquico consciente separado y enfrentado al inconsciente.

Debemos tener en cuenta que en este desarrollo que conduce a la liberación respecto del dominio del inconsciente, la simbólica de la consciencia es masculina, mientras que la del inconsciente, en tanto que se encuentra en oposición a esta emancipación del yo, es femenina, es decir, la consciencia se considera masculina por su vinculación al yo, mientras que el inconsciente se considera de naturaleza femenina y vinculado a la Gran Madre debido a su facultad generativa.

En líneas generales, el proceso se significaría por un punto de partida regido por la indistinción entre el yo y el inconsciente, a esta fase le seguiría otra en la que la consciencia del yo comienza emerger y a diferenciarse del inconsciente aunque muy débilmente. En esta segunda fase, que es la primera aparición de diferenciación del yo respecto del inconsciente, la consciencia incipiente aún está bajo el dominio del inconsciente, pero hay consciencia en tanto que hay un yo que se percibe a sí mismo separado del entorno. No obstante esta consciencia que empieza a despuntar es aún muy dependiente del inconsciente, el cual está simbolizado por la Gran Madre, matriz generadora de todo cuanto sucede, Esta consciencia que rige sobre la actividad de este incipiente yo, y por tanto sobre la vida del individuo, es conocida como Consciencia Matriarcal, precisamente por su dependencia de esa Gran Madre. En el proceso colectivo, todos los ritos y mitos de Fertilidad aparecen en esta fase del desarrollo de la consciencia.

El paulatino fortalecimiento del yo lo conduce a una separación del inconsciente, independizándose cada vez más, e incluso hasta lograr un cierto dominio sobre él. Este es el nivel patriarcal de la consciencia, en donde el individuo se rige fundamentalmente siguiendo modelos de pensamiento y conducta levantados por el yo. Con el advenimiento de esta Consciencia Patriarcal, la Consciencia Matriarcal queda parcialmente eclipsada hasta su posterior retorno con el que se vuelve a establecer la totalidad original, con la diferencia que ahora dicha totalidad es experimentada de una forma consciente.

El matriarcado y el patriarcado son dos fases dentro de ese viaje en el que está inmerso el desarrollo de la consciencia, y manifiestan modos de relación e implicación totalmente distintos de la consciencia respecto al inconsciente.

Matriarcado no significa pues, el dominio de la mujer, sino, una situación psíquica en la que lo inconsciente, y por tanto lo femenino, ejerce un rol dominante sobre la consciencia, lo masculino, y en la que ésta no ha alcanzado aún su independencia. El patriarcado, por su parte, no significa el dominio del hombre, sino la aparición del rol dominante de una consciencia, simbólicamente masculina, que ha logrado separar el binomio consciencia / inconsciente, al tiempo que se ha posicionado, de forma más o menos sólida, opuesta al inconsciente e independiente de él. Este proceso afecta tanto a la mujer como al hombre, es decir, que la mujer también tiene que pasar por todos los desarrollos conducentes a la formación de la consciencia patriarcal, si bien es verdad que en ambos se dan diferentes connotaciones.

La Consciencia Matriarcal no se debe identificar con la consciencia de la mujer, de igual forma la Consciencia Patriarcal no debe identificarse con la consciencia del hombre. La Consciencia Matriarcal tampoco debe interpretarse con una forma arcaica de consciencia que hubiera sido suplantada o abolida en el devenir de los procesos históricos puesto que ambos tipos de consciencia están presentes tanto en la mujer como el hombre a lo largo de toda la historia de la humanidad y son plenamente actuales.

La Consciencia matriarcal no es algo exclusivo de la mujer, ni tampoco una fase histórica o una forma de organización tribal, ni social, ni política, en donde el poder fuera detentado por la mujer. Llamamos Consciencia Matriarcal a ese periodo arquetípico, no histórico, del desarrollo de la consciencia en el que el yo no está aún desligado del inconsciente y se encuentra bajo su influjo o dominio y por tanto no es autónomo. Un periodo en el que lo patriarcal se muestra como una fase posterior, después de que el yo se haya emancipado del inconsciente y se haya constituido como su opuesto, posición desde la que pretende obtener cierto dominio sobre todos los procesos psíquicos.

Los procesos de la consciencia matriarcal, en tanto que ‘consciencia’, también están referidos a un yo y por lo tanto no pueden ser considerados como inconscientes, pero se trata de un yo poco desarrollado y que se mantiene unido o dependiente a la totalidad de la psique al mismo tiempo que sirve como principio fecundador de la misma. Este yo matriarcal se caracteriza frente a la actividad del patriarcal, por su pasividad y su receptividad asimilatoria. Más que producir conceptos, lo que le sucede son “ocurrencias, intuiciones y presentimientos” que tienen un carácter eminentemente simbólicos. Lejos de ser el sujeto del pensamiento, lo experimenta como algo que sucede en él, como algo que no procede de él. La actividad del yo en el ámbito de la consciencia matriarcal es diferente al de la consciencia patriarcal, pero está igualmente presente y es precisamente esta presencia la linde que señala la diferencia entre una existencia totalmente inconsciente y el funcionamiento del hombre primitivo en la fase matriarcal.

Simbólicamente, la consciencia matriarcal está ubicada en el corazón. Desde la consciencia matriarcal, ‘comprender’ implica un acto de sentimiento envolvente que incluye una participación afectiva intensa que inunda todo el campo perceptivo. Por el contrario, la consciencia patriarcal se ubica simbólicamente en la cabeza, y mientras que la ‘comprensión matriarcal’ se define por un estado de implicación y unión cálidas con la naturaleza del objeto de comprensión, los procesos de abstracción y pensamiento de la consciencia patriarcal son ‘fríos’ ya que la objetividad que exige implica un distanciamiento, un separarse del objeto, que presupone tener la sangre y la cabeza frías.

Que sea el corazón y no la cabeza el lugar donde se ubica simbólicamente la consciencia matriarcal implica que frecuentemente el yo de la consciencia patriarcal, el que nos resulta familiar, no sepa nada de lo que precede a sus procesos y que ocurren en el centro profundo de la consciencia del corazón. Esos procesos ocurren bajo el umbral de la consciencia patriarcal, en la oscuridad, bajo la influencia simbólica de la Luna, allí donde la consciencia solar y luminosa no puede detectarlos ni apercibirlos y que se manifiestan a través de los sueños, intuiciones, premoniciones, sensaciones, presentimientos y cualesquiera otras manifestaciones en las que la consciencia patriarcal solar y sus elaboraciones no están implicadas.

Que la Consciencia Patriarcal se desarrolle después de la Consciencia Matriarcal no implica razones de superioridad sino el desarrollo de una herramienta psíquica necesaria que finalmente tenderá ayudar a promover la vuelta hacia la Consciencia Matriarcal.

La victoria de la consciencia patriarcal sobre la matriarcal deviene como algo necesario, como el progreso de la conciencia (y de la humanidad). El héroe ha de sobreponerse al dragón que amenaza con devorarle. Pero esta fase no señala el final del proceso, e incluso la detención del desarrollo de la consciencia en la fase patriarcal comportaría una fuente de neurosis, que en opinión de E. Neumann caracteriza al hombre moderno.

Consolidada la consciencia patriarcal tiene lugar una segunda confrontación con el Dragón (el Inconsciente), si bien aparece ahora menos amenazante debido a mayor la fortaleza del yo. En este segundo encuentro no se trata ya de matar las irrupciones del inconsciente (= represión), ni de ser matado o aniquilado por dichas irrupciones (= regresión), sino que se trata de una nueva conexión, o una reconexión, que comporta una transformación.

Esta reconexión con el inconsciente da expresión a una nueva fase desde la que se tomará consciencia de la realidad con una profundidad vivencial que la Consciencia Patriarcal por sí sola no puede abarcar. Es una especie de vuelta al origen y que ocurre en un nivel superior de la psique. Una vuelta que se experimenta desde el mundo de la consciencia, una consciencia no meramente objetiva y patriarcal basada en el yo, sino también desde la subjetividad, desde la consciencia subjetiva que enriquece con significado todos los actos de la vida y que deriva del vínculo que esta reconexión levanta y fortalece con el Sí Mismo, arquetipo que rige sobre el Inconsciente.

J. Castro

Fermina Pulido
img
Psicóloga en PsicoAljarafe
0 Comments

Be the first to post a comment.

Leave a comment

img