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Fermina Pulido Corrales">Fermina Pulido Corrales
14 diciembre 2014
Psicología Profunda , Símbolos , Sueños y Consciencia
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Mucho se ha estudiado y se ha escrito sobre este símbolo, tanto desde la espiritualidad, como desde la investigación psicológica. Hoy quiero acercaros y que nos adentremos juntos en esta simbología tan importante cuando aparece en nuestros sueños, visiones o  cuando los contemplamos ,  los creamos o pintamos en esta realidad.

El mandala es, y así  lo reconocemos,  una forma sagrada, muy  poderosa y profunda, por lo que la vamos a encontrar en todas las religiones, ya sean paganas, chamánicas u ortodoxas, a veces con formas que, quizás, no lo vamos a reconocer como tal, pero en el fondo no dejan de ser un símbolo mandálico

El mandala en sí mismo, es una expresión  simbólica  de la representación sagrada de la Realidad  espacial que nos contiene. Nos muestra una imagen del mundo, al mismo tiempo  que una analogía y actualización de las fuerzas intrapsíquicas o fuerzas divinas. Es también  una imagen psicagógica, es decir, posee un arte para reconducir y educar  el alma,  por lo que para quienes lo contemplan,  lo sueñan o elaboran  , es una forma propia que los llevará más allá de sí mismos, o al menos, se introducirá en su psique para regenerar el proceso de evolución o curación psíquica, por lo que tiene su importancia primordial en la Psicología tanto Profunda como Trasnpersonal.

Normalmente se trata de un círculo, el cual es el significado literal de la palabra sanscrtita, y  que a su vez  contiene un cuadrado, con un símbolo central que representa el conjunto de la vida, la unión del microcosmos y macrocosmos, desde donde se expanden el Self o Sí Mismo hasta su totalidad. Es la representación de la presencia divina en el centro del mundo.  Se utiliza sobre todo, como ayuda para la meditación, y por ello, hace que la atención y concentración se dirija hacia un punto central desde donde el orden va a regenerar y reordenar el caos interior, expandiéndolo y acercándolo a la sanación y evolución del propio proceso que esté viviendo, en ese momento, el sujeto. Siempre doy la instrucción de que este Centro Matriz, el “YO”, se deje en blanco, ya que cuando se pintan los mandalas, se está  invocando este centro, el cual, como pura vacuidad  nunca enferma y además tiene la potencia real de posiblidades de crear lo que el sujeto más necesita para su recuperación. Desde este centro Matriz de la propia psique, surge la fuerza necesaria  que va a sellar la vinculación de la unión, curando la herida psíquica.

El mandala es pues una imagen sintética, al tiempo que dinámica, que representa y tiende a hacer superar las oposiciones de lo múltiple y lo uno, de lo descompuesto y lo integrado, de lo diferenciado y lo indiferenciado, de lo exterior y lo interior, de lo difuso y lo concentrado, de lo aparente  visible y de lo real invisible, de lo espaciotemporal y lo intemporal  extraespacial.

El principio es que uno viaja desde el círculo exterior, que configura la totalidad de la existencia, a través de la creación de la existencia y a través de la creación de la materia, es decir,  el cuadrado hacia el centro de la existencia, el símbolo central. Por último uno retrocede hasta volver a su sitio en la existencia materia. Los laberintos son una imagen iniciática de este recorrido evolutivo y central del Ser.

Jung consideraba esta figura una parte importante de la integridad psicológica, veía el mandala, como una expresión arquetípica del alma. Esta figura aparece con frecuencia en sueños sin que el soñador sepa lo que representa. Solo cuando, al trabajar el sueño, se reconoce o  se dibuja después, se consciencia  como un mandala personal. Esto sugeriría que es una expresión no egoica de la individualidad del soñador y de su relación con la unidad, lo que él considere que sea esta unidad.

Jung recurre a esta figura mandálica para designar  una representación simbólica de la psique, cuya esencia nos es desconocida. Observó que estas imágenes se utilizaban para consolidar el ser interior o favorecer la meditación en profundidad. Sabía que su contemplación o dibujo sobre él inspiraba serenidad y recreaba el sentimiento de que la vida volvía a encontrar su propio  sentido.

Este efecto de las imágenes mandálicas sucede también cuando aparecen espontáneamente en los sueños de los hombres, aunque el mismo sujeto ignore el significado, procedencia o sentido del mandala.

Las formas redondas simbolizan, en general, la integridad natural, mientras que las cuadrangulares representan la toma de conciencia de esta integridad. En los sueños el disco cuadrado, una ventana cuadrada, la mesa cuadrada o  la mesa redonda se vuelven a encontrar anunciando una toma de consciencia inminente del centro.

Así que, a saber,  el mandala posee una doble eficacia, por una parte  conserva el orden físico, si existe ya y por otra  lo reestablece si ha desaparecido, ejerciendo en esta parte final  una función que es estimuladora y creadora.

Cuando el trabajo intrapsíquico y el orden se han posicionado y  se comprenden el ego y la individualidad, el alma busca la representación de este hecho. La expresión de la integridad y, al mismo tiempo, las separaciones que posee esta figura, nos trasporta a un espacio que nos permite crear un concepto completamente nuevo de los principios de la existencia, de nuestro sentido de la vida.

A menudo al crear y recrear esta figura, avanzamos y experimentamos una totalidad y tranquilidad que difícilmente podríamos  obtener de otro modo, ya que la activación del hemisferio derecho a través de la contemplación de la imagen, a  la par que la ejercitación de la atención y concentración a través del acto de pintar, lo cual es el “no-hacer” del hemisferio izquierdo se unen  para preparar al individuo en la nueva percepción naciente de cualquier parte de su psique. La forma, el número de lados y los colores del mandala serían significativos tanto para  el mandala que aparece en sueños, como el pintado y trabajado por el individuo y ver que  puede convertirse en un indicador del progreso personal.

A menudo, se traza conscientemente como una estrella de ocho puntas y representa las aspiraciones y cargas del hombre. En sueños aparece frecuentemente con otras formas, como hemos visto, a primera vista no reconocible, pero puede también  convertirse en un símbolo personal del viaje del caos al orden.

Se ha encontrado, que en un proceso de curación, el símbolo aparecerá una y otra vez.

Estas imágenes se ven, sobre todo, o estamos más acostumbrados a reconocerlas y verlas, por la expresión y desarrollo que han tenido  a lo largo de toda su historia  en las religiones orientales, a menudo como dibujos o estampados muy adornados.

Os recomiendo, para empezar, que os vayáis a cualquier página que tenga estas imágenes, aquí y ahora! y comprobéis lo placentero que puede ser el obervarlas y que también observéis a partir de ahora, vuestros sueños y las figuras que en él aparecen…simplemente. Vuestro cerebro lo agradecerá y vuestro Ser se complacerá.

Fermina Pulido
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Psicóloga en PsicoAljarafe
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