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Fermina Pulido Corrales">Fermina Pulido Corrales
27 septiembre 2015
Psicoanálisis , Psicología Profunda , Psicoterapia , Símbolos
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La integración de la Sombra define la primera etapa del Sendero de Individuación, al cual podemos definir como un proceso cuya meta final es la formación de un ser total, ‘individuado’, no individualizado. Aunque desde el lenguaje ambas palabras signifiquen lo mismo, desde la visión conceptual de la psicología junguiana hay connotaciones importantes que las diferencian. Mientras que la palabra individualizado incluye matices de división y parcialidad aplicadas a un individuo, la palabra individuado expresa la cualidad de un individuo de ser único y total en sí mismo, exhibiendo en su propia individualidad todas las parcialidades en un todo indivisible. El concepto puede presentarse con cierta dificultad para ser recogido y asimilado por la consciencia, pero podemos añadir que un ser individuado es un ser auto-realizado, un individuo cuyo principio rector de la consciencia no radica en el Yo, sino en el Sí Mismo que es el principio rector de la psique completa, es decir, de la consciencia y del inconsciente.

Alcanzar la totalidad del ser implica la integración en la consciencia de todos los aspectos oscuros e inconscientes, que la luz de la consciencia ilumine el cuarto oscuro del inconsciente, implica la capacidad de la consciencia de integrar tanto un aspecto como su contrario, lo cual sólo es posible desde el vínculo del Yo con el Sí Mismo.

De la misma forma que la luz surge de la tensión producida por la circulación de electrones entre dos polos de carga distinta (positivo y negativo), la tensión a la que la consciencia se ve sometida por el juego de los opuestos, produce igualmente luz de entendimiento. De esta forma, la visión dualista de la vida y la naturaleza, con su juego de opuestos, puede ser vista como un motor para la activación y desarrollo de la consciencia. La separación de los opuestos facilita el análisis mientras que la síntesis ocurre y se desvela en un estadio posterior.

El Sendero de Individuación, pues, es aquel que discurre por el proceso de la unión de los opuestos y que Jung explicita en su obra “Mysterium Coniunctionis”.

En este mencionado Sendero de Individuación la consciencia se encamina hacia el centro rector de la psique, al que Jung denominó el Sí Mismo y en el cual se manifiesta un tipo de consciencia donde todas las parejas de opuestos se unen. Hemos de considerar que los opuestos son expresiones de la vida y del mundo en tanto que ambos se enclavan en una concepción dualista, vida/muerte; lleno/vacío; luz/oscuridad; bueno/malo; etc. El Sí Mismo no se encuentra limitado por estas categorías y en el tipo de consciencia que exhibe ambos opuestos forman una única realidad que, englobándolos, los trasciende a ambos.

Sabemos que dentro de ese juego de opuestos hay determinados contenidos psíquicos y facetas de la personalidad excluidos del ámbito de la consciencia debido a los valores asumidos por el Yo, ya sean personales o colectivos, pero que generalmente están destinados a sacar brillo a la armadura con la que la ‘persona’ se recubre. Ese proceso da forma al inconsciente personal o la Sombra. La Sombra es consustancial al ser humano. Todo el mundo tiene una Sombra de la misma manera que en el mundo hay día y noche. Y aunque los contenidos específicos de la Sombra sean únicos y personales, todos han caído en ella por los mismos mecanismos de supresión y represión, y actúan y se manifiestan también por los mismos mecanismos: la proyección y a través de distintos niveles de posesión de la consciencia.

Debido a esta universalidad, la Sombra obtiene la categoría de Arquetipo. Sus contenidos, igual que ocurre con los Arquetipos, disponen de una cierta autonomía para manifestarse. Cuanto mayor sea el impulso represivo al que se somete a un determinado contenido, de tanto más energía acumulada dispone para manifestarse. Cuando el nivel de energía es suficientemente alto, la consciencia puede verse asaltada y desbordada por ese contenido dando lugar a la manifestación de un complejo, en el mejor de los casos.

La Sombra no consiste sólo de aspectos malos o negativos de la personalidad, sino también de facetas buenas y positivas para el crecimiento y desarrollo equilibrado de la consciencia. La forma de relacionarse con la sexualidad podría servirnos de ejemplo de esto último. Normalmente reprimida a causa de la educación judeocristiana, que la ve como un acto pecaminoso, salvo cuando es utilizada para concebir hijos. También consiste de propiedades pueriles o primitivas que vivificarían y embellecerían la existencia humana, pero que en cualquier caso se trataría de facetas del comportamiento humano que serían ‘molestas’ para las normas y valores establecidos por la colectividad y por tanto reprimidas por ella.

La integración de la Sombra siempre supone un conflicto moral y al mismo tiempo requiere mantener un gran compromiso interno no desprovisto de profundidad ética, aunque ésta no coincida en sus valores con los postulados por la comunidad. Dice Jolande Jacobi:

“Confrontar con la Sombra quiere decir, pues, tener consciencia crítica despiadada de su propio ser. La concienciación de la Sombra en el trabajo analítico cuenta la mayoría de las veces con grandes resistencias por parte del analizado, quien con frecuencia no puede soportar tener que aceptar toda ese tenebrosidad como propia y teme constantemente ver derrumbarse el edificio que su yo consciente ha erigido y sostenido tan fatigosamente.”
(Jolande Jacobi: “La Psicología de C.G. Jung)

Todo lo que el hombre alcanza y que puede ser calificado de valioso, lo obtiene con esfuerzo, inteligencia y con ese plus que aporta el hacer las cosas de corazón, lo cual se materializa con la dedicación y entrega que la que el sujeto aborda su cometido. La integración de la Sombra aporta autoconocimiento, y esto nunca fue una tarea fácil, ni siquiera algo meramente racional, porque en ese proceso han de ligarse de forma equilibrada la fuerza del intelecto y la del corazón. No sin razón ese sendero del autoconocimiento ha sido comparado con el filo de una navaja, haciendo alusión al exquisito equilibrio con el que ha de recorrerse.

“El autoconocimiento es una aventura que nos conduce a espacios y profundidades inesperadas. Incluso un conocimiento moderadamente amplio de la Sombra puede bastar para provocar una confusión y oscurecimiento mental considerables, pues ello da origen a problemas de la personalidad que uno no habría imaginado antes ni remotamente.”
(C.G.Jung: “Mysterium Coniunctionis, Parr.741)

Esa confrontación con la Sombra activaba en los antiguos alquimistas el inicio de su primera etapa de la Gran Obra: la Nigredo, a la cual nombraban con epítetos de lo más llamativos y definitorios: “melancolía”, “nigrum nigrius nigro” (negro más negro que lo negro), “noche”, “aflicción del alma”, “confusión”, etc. Una confrontación cargada de tensión, ofuscación, de una sensación de estar inmerso en un proceso pleno de oscuridad del que no se encuentra salida alguna y que involucra a las partes más recónditas de la personalidad. Desde esta situación anímica no era extraño que en el alquimista emergiera, como recurso de ayuda, dirigir la mirada hacia lo divino y analizar sus experiencias como si fueran el resultado de su relación con el aspecto más noble de su alma. Dicha operación tiende a levantar un vínculo con el Sí Mismo que estará en la base del proceso curativo sacando al alquimista de la negrura en la que se halla inmerso.

“. . . por lo que dándose cuenta del peligro psíquico que corría, era primordial para el alquimista contar con un “espíritu familiar” que le protegiera, como también dedicarse al ejercicio espiritual de la oración. Todo ello para prevenir las consecuencias de la colisión de la consciencia y las profundidades tenebrosas de la Sombra. Tampoco para la psicología moderna la confrontación con la Sombra constituye un asunto inofensivo, y por ello se rodea en cada caso con cuidado y astucia. Antes que enfrentarnos con nuestra propia oscuridad, preferimos contentarnos con la ilusión de nuestra honorabilidad social.”
(Ibid)

El proceso de integración de la Sombra no es un asunto meramente psicológico entendiendo lo psicológico como un juego de interconexiones mentales, sino que ese proceso, que como hemos referido, forma parte del Sendero de Individuación, tiene un aspecto espiritual importante.

La esencia de la psique participa de cuatro aspectos: el físico, el astral o cuerpo sutil de los sueños, el mental y el espiritual. Para la Psicología Analítica la actitud espiritual o religiosa en su concepción original del término (religare), es de vital importancia, pues esa actitud favorece que el sujeto (o el paciente) encuentre su vínculo de unión con su esencia última.

Sobre el aspecto espiritual de la terapia que se refleja en la búsqueda del sentido de la vida, William James dice:

“Es como si en la conciencia humana hubiese un sentido de la realidad, un
sentimiento de presencia objetiva, una percepción de lo que podemos llamar algo más profundo y general que cualquiera de los sentidos especiales y particulares mediante los cuales la psicología actual supone que se revelan originalmente las realidades existentes.”
(W. James: “Las Variedades de la Experiencia Religiosa”)

Ese sentimiento de presencia objetiva son manifestaciones del alma que la consciencia del hombre percibe. Ese sentimiento de presencia facilita en la mayoría de los casos la formación de un “insigth” (chispazo de claridad, un discernimiento claro) que es potencialmente curativo y sanador.

Hay un sector de la Psicología generalista, que en su pretensión de ser objetiva, no tiene en cuenta el factor espiritual del individuo y esto la lleva a caer en demasiados reduccionismos, por el contrario, la Psicología profunda sí incluye la experiencia humana de la espiritualidad como un aspecto fundamental del proceso curativo.

Cuando nos referimos a una psicología que su propio nombre nos deriva al cuidado y restauración del alma (Psiqué = Alma), no podemos menospreciar ese aspecto espiritual de la misma. Contemplar el hombre como una totalidad es considerarlo en sus cuatro ámbitos, lo que nos lleva a la configuración de una antropología más completa y realista que cuando se considera el ámbito físico como de superior importancia. Esto nos lleva a una psicología sin alma que contempla lo psíquico como los efectos de la bioquímica del cerebro.

Jung ha relacionado profusamente el Sendero de Individuación con el trabajo alquímico, y el trabajo del alquimista medieval nunca ha estado desligado del aspecto religioso o de relación con lo numinoso. Su meta se centraba en la consecución de la Piedra de los Filósofos. De igual forma, el sujeto que confronta su Sombra en su recorrer del Sendero de Individuación, tampoco está desligado del aspecto espiritual que tal trabajo implica, siendo su meta el levantamiento de un vínculo estable entre su consciencia y el Sí Mismo.

J. Castro

Fermina Pulido
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Psicóloga en PsicoAljarafe
1 Comments
Jaime González dice:

Excelente: Una clara exposición de un tema fundamental para el trabajo terapéutico. Considero su principal aporte, su comentario sobre la espiritualidad. Efectivamente, si no incluimos en el trabajo terapéutico la dimensión espiritual, todo se reduce a enseñar trucos para que el paciente “deje de sentirse mal”. Negar la sombra es uno de los trucos más comunes que aprendimos desde niños.

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