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Tradicionalmente el alma y el espíritu han conformado la pareja de ‘opuestos’ más esencial del ser humano, es decir tanto de la mujer como del hombre. He puesto la palabra opuestos entrecomillada porque no se trata de una oposición de enemistad sino más bien de complementariedad, bueno, en realidad como ocurre con todas las parejas de opuestos. No son irreconciliables, sino complementarios entre sí.

Veamos algunas características que los diferencian a ambos.

El espíritu es esa entidad en el hombre/mujer que decide, que marca rumbo, que emprende, que impulsa a la personalidad a surcar el mundo, que proyecta, que razona (en el sentido de razón superior). Es el abanderado de hacia donde el hombre pretende e ‘intenta’ ir, proyectar, construir y hacer.

Al principio, el espíritu se confunde incluso con el ego razonador e intelectual, puesto que de alguna forma uno procede del otro, de la misma forma que Hércules procede de Zeus, esto es, un héroe que es la forma más alta y arquetípica del ego, cuya procedencia está enraizada a un dios.

El nombre que la tradición Tolteca le da al espíritu hace referencia a un aspecto importante de la influencia del espíritu sobre nosotros. “El Intento”. Indudablemente, de lo más apropiado, porque expresa claramente el aspecto funcional de dicha entidad en nosotros. Hace alusión a ese aspecto funcional que se refleja en nuestra personalidad inferior como nuestra voluntad hacia algo, y aunque ese impulso volitivo permanezca en muchas ocasiones inconsciente, es la fuerza que nos hace ir a donde tiene proyectado. Al principio, en la mayoría de nosotros ese vocablo se incorpora con un significado difuso y transcendente, y en la misma medida que es difuso y transcendente, es desconocido. Ese desconocimiento se va diluyendo a medida que se recorre el sendero de Individuación o de autoconocimiento, o en otras muchas disciplinas de desarrollo integral del hombre, como por ejemplo el Sendero del Guerrero de la Filosofía Tolteca, cuando la meta está en ser Hombre de Conocimiento.

El alma es una entidad más difusa e inaprehensible. Cuando en un arrebato de claridad intuitiva, o Gnosis, la percibimos y queremos fijarla, se diluye y se escapa como el agua entre nuestros dedos. El alma es Psiqué, es decir, la psique completa, la cual en su mayor parte, muy mayor parte, es inconsciente, de ahí su dificultad en aprehenderla.

El espíritu implica altura, transcendencia, dirección. Anhela la transcendencia, alzarse sobre el mundo, y veloz como una flecha quiere escalar la montaña sagrada hacia la iluminación.

El alma se expresa en el descenso, la profundidad y la oscuridad, no es transcendente sino inmanente, y yace oculta dentro del mundo. P. Harpur dice sobre el alma:

“Lenta y serpenteante, sigue la espiral de la imaginación hacia su oscura sabiduría. Prefiere la penumbra a la luz, pues allí las cosas se confunden y los mundos se entremezclan. Desconfía de la “pureza”, pues sabe que la realidad es compleja y turbia.”

Alma y espíritu, opuestos, pero buscándose el uno al otro sin descanso, pues solamente en “el otro” pueden tomar consciencia de sí. Los conceptos que se puedan expresar sobre el espíritu se expresan desde el alma y los que se pueden expresar sobre el alma se expresan desde el espíritu, pues cada uno sirve de espejo al otro donde ambos se reflejan.

J. Castro

Fermina Pulido
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Psicóloga en PsicoAljarafe
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