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CLAVES PARA UNA POSIBLE INTERPRETACIÓN:
Este fascinante cuento nos plantea cuestiones muy numerosas y profundas en cuanto a la vivencia en pareja.

Nos plantea el bucear en actitudes tan debilitantes como perder el aliciente que mantenía viva la relación, como nos puede transformar la pasión, como el aburrimiento y la habituación puede hacer buscar algo que llene el alma, sin apenas reparar en el alma del otro, ni inclusive en la nuestra propia, que llora de vaciedad. Así es el anhelo humano, tan pequeño y a la vez tan grande en su corazón.
También insta a como se puede volver a reconquistar a la otra persona y qué ocurre cuando el marido o la mujer se enamora de otra persona.

Este es un cuento inquietante, que nos relata como un hombre es atraído hacia las profundidades por una fuerza que le lleva a lo hondo de un estanque, en el que queda atrapado y del cual no puede salir y donde la artífice es una hermosa sirena que estaba al acecho desde que supo de su existencia.

Esta bella e irresistible ninfa de las aguas simboliza el miedo a la vez que la fascinación irresistible que despierta la pasión y la energía erótica y sexual que llevamos dentro y que puede perjudicarnos tanto física como mentalmente si ignoramos su fuerza y su reclamo y también del peligro que concierne si nos abandonamos o rendimos a ella, si hay una carencia total de autocontrol.

Esta posición de abandono y desconocimiento puede ocasionarnos múltiples problemas, ya que esta fuerza primordial es la manifestación del instinto de nuestro cerebro primitivo, el cual reclama su sitio y expresión, pero que debemos intentar que sea en complementación con nuestro cerebro racional y emocional, para de este modo enriquecerlo y darle su máximo desarrollo humano, de forma consciente, sin dejarnos atrapar y perder la identidad dentro de una fascinación que no es real.

Esta fuerza puede proyectarse en cualquier ser, sea hombre o mujer y podemos hipnotizarnos y perdernos en esta entrega de poder hacia el otro en vez de disfrutar del reconocimiento de su belleza y fuerza que engendramos con cada gesto en el acto del amor, perdidos y entregados igualmente, pero dentro de la consciencia y de la voluntad.

En nuestro cuento, esta fuerza es proyectada en la ondina que le aleja de su mujer, de lo conocido, le aleja de una rutina y en consecuencia le aleja de un matrimonio “aparentemente” feliz, pero donde él “huye”, aún a sabiendas, de que no puede acercarse al misterio que guarda el estanque, va a lavarse las manos de sangre, un gesto un tanto primitivo donde deja que la fuerza de su vida sea lavada, olvidada y se hunde en los encantos, en la belleza y la feminidad de la cual “enredado” ya no puede salir.

Aquí también se aprecia un salto de generación, el padre habitaba un matrimonio estéril, dentro de una pareja constituida y reconoce el engaño del que ha sido objeto, costándole el amor del propio hijo, además queda condenado a la incertidumbre de la posible “ausencia de la relación”, ya que la culpabilidad y la ignorancia ha condenado esa tranquilidad y la felicidad que la esposa y madre le otorgaba anteriormente, y para colmo de sus males, la crianza del hijo pasa, sentimentalmente hablando, a la potestad materna e igualmente queda patente que la desconfianza ha hecho nido en el matrimonio del molinero, pues ya no habrá descanso, siempre tendrán que estar alerta y con la atención despierta. Una lección muy dura para el molinero, que en realidad, no es que pierda al hijo, sino que pierde la inocente relación con su esposa, donde pasa a sustentar el matrimonio es precisamente el patrimonio y donde las riquezas son el estatus social y no la relación mantenida. Aquí se ha pasado del amor y sentimientos humanos que abastece el alma a un orden económico que abastece el miedo a quedarse sin nada, se ha elegido la seguridad y el alimento.
Podemos vislumbrar también, como ese conocimiento, no puede ser traspasado al hijo, pues cada cual necesita sus propias experiencias para crecer y si al padre le cuesta la confianza y tranquilidad de su relación, al hijo le cuesta su propia identidad.

La esposa primero espera a que vuelva, pero él no lo hace, está atrapado. Ella en su fuero interno sabe, intuye qué ha sucedido a orillas de ese estanque. Ella en el fondo sabe que ha sido amada y que lo ama, y muy importante, ha tomado su decisión de seguir adelante, es una opción que la va a permitir moldear y vivir, no sin dolor, esta experiencia de pérdida de lo amado, un duelo en toda regla que tendrá sus idas y venidas al corazón durante mucho tiempo.

De momento, primero, no pierde la memoria y acude al único sitio desde donde puede buscar una posible solución, en su cerebro derecho, en el mundo de sus sueños, en el mundo de las emociones, en su mundo interior donde puede hallar la conexión con su parte sabia, con lo primordialmente femenino que habita en ese lugar oscuro y olvidado de su memoria, con esa anciana que sabe muy bien lo que hacer, una forma casi de “psicoterapeuta interior” que la va a guiar y a ayudarla a sanar en un viaje alucinante a través de su psique y de su alma hasta lograr recuperar lo perdido, pero antes tiene que hacer determinadas acciones.

La primera es peinarse con un peine de oro que le da la anciana a orillas del estanque. ¿Qué nos puede decir esto?, tal vez nos incite a “peinar” nuestros pensamientos, a ordenarlos, a no dejarnos enmarañar por ellos y con esa cognición fantástica adentrarnos en nuestro ser olvidado, pero vivo y lleno de energía erótica y sensual, dorado, reluciente y liviano y de este modo encontrar nuestra propia naturaleza sexual olvidada en manos de la costumbre y el aburrimiento de lo cotidiano, a recuperar en definitiva la fuerza de la vida olvidada….Entonces, las aguas se abren y logra ver el rostro del amado, del amado primordial, de su parte intrapsíquica masculina y que ella proyecta en su marido, el cual la mira con tristeza, tal vez siendo consciente de lo perdido o echado a perder, olvidado …tan solo por un momento……

Así la anciana en el segundo sueño, le da una flauta, con la que tiene que tocar a la orilla del estanque. A la orilla casi imperceptible donde se pierde la conciencia.

La flauta es símbolo de la unión del cielo y la tierra. La flauta tiene el don de apaciguar a las fieras, su música evoca la sensualidad amada y necesitada, es Eros cantando. Dionisos tocaba una flauta y las ninfas y faunos danzaban y la naturaleza volvía a la vida. Es la voz de los dioses acariciando el alma y el cuerpo, sin distinción. Esta es la acción que le permite volver a seducir a su esposo y mostrarle la unidad que eran en el “cielo y en la tierra” cuando se unían, un solo cuerpo, una sola alma…entonces las aguas vuelven a abrirse y vuelve a aparecer su marido, esta vez más entero y levanta sus brazos hacia ella…pero no es suficiente, nuevamente vuelve a hundirse en el fondo del estanque, en el olvido de la memoria de lo que un día fue con ella y para ella.

Y es a la tercera, como en casi todos los cuentos, pues el tres está repleto de significado y también es la suma de su relación: “1 + 1 = 3, si hablamos del vínculo de pareja más actual, donde las relaciones simétricas permiten la entrada y salida en la pareja” y visto desde un simbolismo más tradicional, este tercer intento es el que toma cuerpo y conciencia del sendero en el que van inmersos y dice lo que significa vivir en pareja, es el rescate del significado de la experiencia que supone el matrimonio, es la relación en sí misma creada y vivificada por ambos, en definitiva su propia relación de vida. Es el signo positivo de la suma.
El tres es muy rico en su simbología y en la tradición oral, baste de momento recordar el famoso dicho: “a la tercera va la vencida” o en la simbología religiosa: “al tercer día resucitó”. Hay dos intentos y el tercero es el que valida la acción, el rescate de donde se encuentra, el paso hacia adelante, a algo más allá.

En esta tercera acción la anciana sabia le dice que tiene que hilar con un huso. Esta situación, que nos la encontramos en diversos cuentos y mitos es muy significativa, ya que es lo que simboliza la constancia, poner orden en el caos, o como dice el libro del I-Ching “la perseverancia trae ventura”.
Esta fuerza, en el fondo creativa, de la ondina pone caos en lo establecido, en lo que ha sido hasta ese momento, en las formas y necesidades que han construido su relación y este caos hace presencia para que un nuevo orden surja y la confusión emocional del principio desaparezca.

Para hacer posible esta tarea y este nuevo orden y visión en la relación es necesario agarrarse al hilo de la vida y devanarlo hasta que el huso quede lleno. La mujer en este cuento ha tomado la firme decisión de continuar su relación y por fin el marido queda liberado del estanque.

Pero ahora, que pareciera que todo había vuelto a su cauce, hay una energía más tremenda y terrorífica que ambos han despertado en la continuidad y espera y deseos de esta relación y del volver a estar juntos de nuevo.

Y aquí comienza otro viaje más profundo si cabe, ahora ambos tienen que afrontar su sombra, todo lo que han generado en la oscuridad de su soledad, de sus miedos, de sus esperanzas y desconfianza, todo lo que ha quedado roto en el camino, toda la vulnerabilidad que ha quedado al descubierto, si quieren seguir amándose de verdad y en este sentido, en esta ola gigante que los atrapa y que es superior a cada uno de ellos, es donde se alejan de su forma humana, convirtiéndose en rana y sapo y con ello, se alejan también el uno del otro, pues esta forma en la cual tienen que vivir no es apta para compartir, pero justo en esta voluntaria acción va a estar su redención.

Esta situación, aparentemente tan desagradable para ambos y lo es, les obliga a reconocerse primero a ellos mismos, dedicándose a descubrir, cuidar y a “domesticar” sus instintos para poder convivir en paz y tranquilidad, recuerdan sus responsabilidades y descubren que ambos son personas capaces de amar al otro por sí mismo, haciendo y dejando que haga el trabajo personal que corresponde a cada cual. Cuando ambos recobran esta forma humana, cada cual se dedica a sus tareas, a lo que, de forma natural, les conviene hacer y en esta cotidianidad fuera de peligros y de forma tranquila, es donde pueden reencontrarse y de hecho lo hacen, es cuando ambos se dan su espacio, juntos, su valoración en lo que cada uno hace consigo mismo, pero cada cual en su piedra y con su rebaño, respetando el lugar sagrado del otro…y es entonces cuando el cazador vuelve a sacar la flauta y ella recuerda a quien siempre fue su amado y él reconoce por fin, a la que fue siempre su amada y es la música lo que trae el recuerdo del sentimiento, de la emoción, de la expresión de todo aquello que un día fue enterrado por él, pero que siempre tuvo dentro de sí mismo y que hoy, en la cara, en el espejo de su amada, ha vuelto a encontrar. Así, ambos se reencuentran, se reconocen y se valoran por lo que siempre fueron.

A veces este viaje, esta “separación” interna en las parejas es necesaria para que la distancia emocional, sentimental y psíquica que se ha generado entre ellos vuelva a recomponerse y deje aflorar las cualidades refrenadas y frustradas, que bajo la forma de vergüenza, celos, o cobardía, han escondido la auténtica belleza que vive bajo cada uno de los amantes.

Estas formas, a veces, repulsivas y feas solo son el aspecto de unas emociones mal gestionadas, que cuando se miran en el espejo de la verdad, renacen con una nueva faz de liberación y esperanza, dejando así la piel con la que la experiencia y el pasar el tiempo en la vida, las había cubierto.

Fermina Pulido
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Psicóloga en PsicoAljarafe
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